Cincuenta mil personas, 47.234 camisas negras. ¿Por qué esperar a que se desvanezca la luz del día cuando una mancha negra cíclope oscurece la visión de los miembros del camarilla? Un tapiz de emoción antiguamente del calendario de la temporada, un estadio altanero completo para aseverar que el heavy metal está aquí y no se borrará hasta que un meteorito golpee el planeta. Eran las 21:53 de ese viernes, la megafonía entonó el himno de bienvenida, «Doctor, Doctor OVNI», y la multitud comenzó a castigar sus gargantas. Tres minutos posteriormente, los tambores senjutsu anunciaron el inicio del tema y Bruce Dickinson, con el pelo recogido en un moño de samurái, completamente infausto en su ropa, apareció en el marco ensordeciendo al estadio y gesticulando con los pies plantados y las piernas flexionadas. La multitud respondió golpeando sus puños en el flato. Stratego y The Writing On The Wall terminaron de revisar el posterior cuaderno del camarilla para rajar el concierto. El resto de las canciones que hicieron la historia de la bandada. Iron Maiden en modo de complacer a los fans. ¡Y vaya si lo hicieron!
Pérez Galdós, de quien casi nada se sospecha la simpatía de Iron Maiden, los definió cuando pensó que lo iba a hacer con Fortunata diciendo “Consistentes como un clavo, ahí lo clavan”. Este clavo fue clavado en la lapso de 1980 y ahora, con cuarenta primaveras de historia, sostiene estadios. Ha habido cambios y algunas novedades, pero desde entonces, sin una pizca de óxido, es siempre más resistente y fiel a su significado. Y sabe dónde está, porque Dickinson lo saludó con un «Hola, Cataluña», que luego complementó con un parpadeo a Barcelona en su único concierto en España. Por cierto, a sus 63 primaveras, canta como un pibe, sobre el estruendo de una bandada, hilvanado con virtuosos solos de guitarra, puntadas que recuerdan al rock de su vida, el que muestra su mejor vitalidad y capacidad para dar asilo pesados campos.
A las 9:20 p. m., cuando la luz del día retrocede con un sobresalto, cambio la cuadro. La cimentación japonesa que define los tres temas del senjutsu dio paso a un interior de catedral gótica con vidrieras y lámparas que simulaban el alma temblorosa de una vela. Revelation había estado tocando desde los lejanos primaveras 80 y el notorio comenzó a probar lo que había en el menú, una revisión de una buena parte de los éxitos del camarilla. Dos pantallas laterales se limitaban a honrar a los músicos sin más intención que ponerles caras y gestos, y a cargo de Blood Brothers, la guitarra de Dave Murray enfatizando una vez más el tema, el marco ya estaba envuelto por la oscuridad encajonada. Sing Of The Cross fue el parpadeo definitivo a los 2000, porque entonces el concierto, ya desatado, navegaba en torno a los 80 y el notorio enloquecía. El notorio abultado, uno de los mejores del panorama musical, conocedores, combativos con criterio, simpáticos y ahora sin pelo como antiguamente, eso sí, las modas lo cambian todo, se llevaron el regalo más atún, las canciones que guardan el retentiva de anteayer. , ayer o , en el caso de los mayores, cuando llevaban el pelo prolongado porque representaba la pertenencia a la asociación. Juegos borrados de la play store
Según lo tentador que fuera no mirar la cuadro y poner los luceros en esa masa que te hacía ver sus brazos como un cañaveral electrificado. Sin casi nada teléfonos móviles. Y que había pirotecnia, un Ícaro imponente, un lanzallamas doble empuñado por Dickinson a dos manos, humo empañando Londres, fuego a gran escalera, disfraces, una chirona en la que Dickinson se sujetaba el pelo al singladura y con una camisa blanca, un Beelzebub inflable, y un desfile de imágenes que, a pesar de su apariencia sombría, exigían ser leídas con una sonrisa. Heavy Paradise consumió a escalera de estadio, poco que el camarilla nunca había rematado antiguamente, y visitó lugares más pequeños.
Se lanzaron otros éxitos: «The Number Of The Beast», «Iron Maiden», «The Trooper», «Run To The Hill», un gran «Spitfire» y un obstrucción «Aces High» preludio de la equilibrio de despedida «Always Look On The Bright Side Of Life” de Monthy Phyton a March Home sonriendo. El notorio quedó satisfecho al final, exhausto y probablemente ronco, la romance le resultaba conocido y tras el aplazamiento por la pandemia las ganas de cantarla se habían multiplicado. Al final, había llegado el momento, y Iron Maiden no falló. El heavy metal no sobrevive: vive. El clavo sigue ahí.
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El heavy metal de Iron Maiden no sobrevive: vive
Cincuenta mil personas, 47.234 camisas negras. ¿Por qué esperar a que se desvanezca la luz del día cuando una mancha negra cíclope oscurece la visión de l
caos
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2024-09-30
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